sábado, 8 de mayo de 2010

CMAN 6P.


TRISTE FAMILIA
En un pueblo joven vivía una pobre familia conformada por cinco miembros, el padre José, su esposa Manuela y sus hijos Josué, John y Carlos.
Era una familia tan pobre que no tenía ni para comprar un pan, sobrevivía en y de la miseria, rodeado de vecinos que no los importaban si comían o no.
Un día muy de madrugada llegó un millonario a su humilde hogar para desalojarles de su casa y del pueblo; pero, la familia se negó porque no contaban con nada de dinero para ir a vivir a otro lugar.
El millonario le dio tres días de plazo para que abandonaran el pueblo, pasado los tres días los botaría a la intemperie de.
Un día antes del desalojo, el millonario estaba caminando por una de las calles cercanas a la casa de la familia, con la mente ambiciosa de tener una nueva casa para seguir enriqueciéndose. Al momento de voltear la calle, dos delincuentes le tomaron por detrás y tirándole en el piso le robaron todo sin dejarle ni un centavo de lo que llevaba.
La familia sabía y conocía a los delincuentes, al verle al millonario triste y con las orejas volteadas, José le dijo:
– Señor yo conozco a los delincuentes, son los que viven frente a mi casa, son de la vecindad.
– Gracias por informar -dijo el millonario- en estos momentos voy a la comisaría y ustedes ya no se irán, sino que se quedarán en su mismo lugar.
La familia contenta con la noticia se quedó en su casa.

Juan Vilcapoma Ramírez



PALABRA DE SABIO

Había una vez un hombre tan pobre y vivía triste con sus tres hijos y uno de sus hijos tenía una enfermedad incurable.
El triste hombre trabajaba diariamente, cansado y sin fuerzas llegaba a su hogar del martirio. El hombre quería trabajar más y más para poder ahorrar un poco de dinero y así poder darle un tratamiento a su hijo enfermo.
Un día sale de casa muy temprano a su centro de trabajo, él quería regresar pronto para llevarle a su hijo al centro de salud, mientras trabajaba sentía que su cuerpo se desvanecía y al agotarse las fuerzas decidió regresar a casa.
El hombre llegó a su casa y encontró a sus dos hijos llorando, entró apresurado preguntando – ¿Qué ha pasado? – los hijos tartamudeando respondieron:
– ¡Se ha mueeerto…!
El padre entró al dormitorio y encontró a su hijo muerto, postrándose sobre él se puso a llorar desconsoladamente.
Después de enterrar a su hijo escribió todo lo sucedido con su menor. Terminado el escrito lo guardó y siguió con su mismo trabajo.
En una clase de literatura le pidieron a su hijo que compusiera una narración, éste le comentó a su padre y el padre le dio lo que él había escrito. El hijo presentó la narración. El maestro vio que era interesante, lo tomó y lo publicó en un libro.
El libro publicado tuvo gran acogida que vendió un sinnúmero de ejemplares.
El padre se volvió millonario, perdió la tristeza y la preocupación por el trabajo y superó la angustia por la pérdida de su hijo.
Finalmente empezó una nueva vida feliz, con mucho dinero y sabiendo que su hijo se fue al cielo con Dios.

Henry Mori Vilcapoma



MARGARITAS Y ROSAS
Cierta vez, había unas hermosas margaritas que eran la admiración de la gente que los veía.
Un día el dueño del jardín decidió plantar rosas para que su jardín estuviera más hermoso.
Las rosas empezaron a crecer rápidamente, llamando la atención a las demás flores del jardín y al público que frecuentaba cerca del jardín, iban obviando a las margaritas por contemplar a las preciosas rosas.
Las margaritas de tristeza empezaron a marchitarse y cuando se acercó el invierno todo se cubrió de nieve hasta morir.
Permanecieron cubiertas hasta que llegara la primavera. Cuando llegó la primavera, las rosas nuevamente brotaron, pero en lugar de margaritas nacieron girasoles que junto a las rosas embellecieron el jardín.

Greta López Leguía



LA SIRENA
En la playa de Tambo Mora, se cuenta que hay una sirena encantadora, con su canto y su belleza.
Un limeño fue a visitar a su familia, llegando a casa de sus familiares, sus primos le contaron que en la playa había una sirena.
Él estaba con la curiosidad de conocer la sirena encantadora, sin esperar un minuto más dijo al primo:
— Quiero ver la sirena.
— En la madrugada iremos, a las dos de la mañana— le dijo el primo. Esa noche durmieron apenas atardeció para despertar en la madrugada y poder llegar a la hora indicada.
Fue con todos sus primos que él tenía en ese pueblo, al llegar cerca de la cueva quedaron impresionados por su incomparable beldad.
El primo le dijo:
— Arturo, vámonos, porque dicen si alguien se queda mucho tiempo observando se deja encantar por su canto y desaparece.
—Quiero quedarme un poco más contemplando, pueden estar avanzando su camino, ustedes, yo ya les alcanzo— dijo Arturo.
—Muy bien, si tú lo quieres, así será.
Ya era la seis de la mañana y Arturo no apareció, entonces, los primos regresaron a buscarle al lugar donde lo dejaron y se dieron con la sorpresa que Arturo ya no estaba.
Lo único que ellos encontraron fue su mochila y lo que en ella contenía.
Desde ese entonces, nunca se supo nada de él.

Marina Ramírez Briones





MIAU Y MANCHITA
Había una vez un gatito llamado Miau, quien consiguió un amigo llamado Manchita.
Miau había ido a jugar con Manchita, pero Manchita no quiso jugar, sino que quiso hacer travesuras. Miau dijo:
— Yo quiero jugar.
— Entremos a esa casa y veremos qué es lo que hay dentro de ella para divertirnos- dijo Manchita.
— Esta casa me parece conocida, parece haberla visto antes— recordó.
— Vámonos, no pasa nada, es una casa nueva y algo nuevo debe haber dentro de ella.
Miau obedeció a Manchita y sin mirar bien ingresaron a la casa y empezarían a destruir todo lo que encontraron, hasta los zapatos de su dueña fue destrozado.
Cuando la dueña de la casa llegó, Miau se alegró, pero la alegría no duró mucho. Al ver la destrucción de la casa se preguntó —¿Por qué entré a esta casa?, ésta es mi casa.
La dueña coge la escoba y le dio tan fuerte que no pudo levantarse muchos días. Triste y dolorido no tenía a dónde ir, dentro de él estaba con todo el odio contra Manchitas por mentirle y llevarle hacer esa travesura.
Pero desde ese entonces Miau aprendió la lección y nunca más se juntó con gatos malos.

Belen Chumpitaz Yangua

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